lunes , 23 septiembre 2024
Homenaje a Mayra Rosalinda Rojas Rosas

Discurso de la Presidenta de la CDHCM, Nashieli Ramírez Hernández, en el homenaje a Mayra Rosalinda Rojas Rosas

Discurso 05/2022
17 de marzo de 2022

Tú vives siempre en tus actos.

Con la punta de tus dedos

pulsas el mundo, le arrancas

auroras, triunfos, colores,

alegrías: es tu música.

La vida es lo que tú tocas.

 

De tus ojos, sólo de ellos,

sale la luz que te guía

los pasos. Andas

por lo que ves. Nada más.

 

Y si una duda te hace

señas a diez mil kilómetros,

lo dejas todo, te arrojas

sobre proas, sobre alas,

estás ya allí; con los besos,

con los dientes la desgarras:

ya no es duda.

Tú nunca puedes dudar.

 

Porque has vuelto los misterios

del revés….

La voz a ti debida, de Pedro Salinas.

 

Muy buenas tardes a todas, todos y todes quienes están aquí, quienes nos están viendo en redes.

Especialmente le doy la bienvenida a Fernando, a Mayra, a Adela, a Valentín y a Ma. Fernanda. A todas y a todos los que están aquí presentes, que hicieron un espacio todavía en este mundo de locura pandémica para estar aquí básicamente para recordar a nuestra querida Mayra.

Mayra era una maestra. Era inicialmente, yo no la conocí en esa época, maestra de muchos niños y de muchas niñas y de muchos adolescentes en dos escuelas al menos.

Trabajaba no nada más en la parte de su escuela, sino trabajaba también en esa casa que construyó con su familia, con su pareja y que tenía abierta al público, la tenía abierta a los niños todo el tiempo.

Hay mil y una gentes que hablan de ella en esa época en términos de tener verdaderamente su jardín, su tierra abierta a que llegaran muchas niñas y muchos niños a trabajarla, a que los cuidara, a que les diera algo que ella sabía hacer muy bien: que era dar amor.

Yo la conocí hace un poquito más de cinco lustros. Muy parecida como la ven ahora en la foto fue la última vez que la vieron, siempre con sus huipiles. La única diferencia es que era carnosa prematura. La conocí ya canosa, pero tenía su pelo súper largo y se hacía una trenza divina y luego se las amarraba. Ya después se lo cortó, pero ahí seguía.

Y la conocí en el contexto exactamente de algo que algunos han hecho referencia que era el Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil, que se llamaba IPEC. Era un programa que tenía la OIT, la Organización Internacional del Trabajo. Yo estaban en mi organización que se llama Ririki, y a nosotros nos contrataron exactamente la OIT para dar cursos de formación y capacitación para lo que entonces todavía del inicio apenas en la agenda pública de los derechos de niñas, niñas y adolescente y en general de la violencia con relación a la trata de personas.

A Ririki nos tocó dar formación en un proyecto especial del IPEC en Jalisco, Baja California, Colima y Guerrero, y cuando estábamos dando el taller en Guadalajara llegó Mayra con Raquel Pastor y Rubén David Castañea, que en ese entonces acababan de fundar Infancia Común, porque tenían ellos mismos un estudio relacionado con dar seguimiento a lo que había sido el desarrollo de este programa por parte de la OIT. Y ahí la conocí, me acuerdo perfecto, y desde que la conocí ese día ya no la solté, o al revés; también ya no me soltó ella.

Trabajamos juntas muchísimas agendas. Mayra no nada más trabajaba en lo individual con sus proyectos en Infancia Común, sino que, como lo decían en un fragmento del primer video, creía en las redes, creía en lo colectivo, creía en el trabajo común, y entonces fundó el Colectivo Contra la Trata. Fundó con nosotros la Alianza por los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes. Participó por nosotros en la mesa contra la explotación de niñas, niños y adolescentes; trabajó y formó redes con organizaciones, pero también redes con niños, redes con mujeres, que era exactamente en la lógica de lo que son y como se tienen que entender la defensa de los derechos humanos: no es una acción individual, no es una lucha de una persona, es una lucha de muchos y de muchas. Y Mayra lo tenía súper claro y lo hacía súper bien. Y lo hacía súper bien porque tenía una capacidad enorme de concentración, de no clavarse, de no intensiarse, de siempre encontrar un punto común para poder avanzar.

Hacía formación y capacitación, desde cosas como el Diplomado contra la Trata de Personas que llevó a cabo durante mucho tiempo en la IBERO, y ahí se formaban funcionarios públicos, policías, servidores públicos con relación a eso; pero también lo hacía en Oaxaca, en Veracruz, en donde la llamaran, en Baja California. Y ahí junto a eso no nada más formaba, jugaba y capacitada contra la violencia básicamente protegiendo, no nada más capacitando y protegiendo a niñas y niños, niñas sobre todo, en Oaxaca y en Veracruz.

Tenía una capacidad enorme para hacer trabajo de todo terreno, pero también estar sentada en el SIPINNA, en la Comisión para ver si incidíamos en algo para hacer transformaciones en política pública. Conjuntaba algo que es muy difícil hacer cuando está uno trabajando en derechos humanos, y es la defensa del día a día con sentarse, a como decía y comentábamos con Mónica Juárez, a comités que luego decían que eran comisiones chocolates. Pero no dejaba de estar sentada ahí.

Y su trabajo giró no nada más en las cuestiones de trata, sino que giró en todos los espectros que tenían que ver con la violación a los derechos sobre todo de una vida libre de violencia de las niñas, de los niños y los adolescentes.

Y ahí no nada más trataba de cosechar y trataba de sembrar educación para la paz, sino que también paralelamente siempre, durante todo el tiempo, cosechaba la tierra. De repente, y me recordaban, llegaba a mis oficinas de mi organización, que están debajo de Santa Rosa, están en Las Águilas. Tenía que bajar por ahí para pasar para cualquier lado, y de repente, no eran pocas veces, me sorprendía de llegar y venía Mayra y la presencia de Mayra era básicamente tener el escritorio lleno de lechuga. Porque llegaba y decía: “Ahí está para que te hagan tu ensalada y ya le dejé a Nashieli”. Además, eran 20 lechugas. Había que comer lechuga, pero todo el tiempo. Y si no era la lechuga eran las acelgas, porque ella sembraba. Así como sembraba paz y la visión de paz, sembraba lechugas y sembrada muchas otras cosas más y las compartía.

Muchas de nosotras no conocían, ustedes no conocían, muchos, físicamente a Fernando, pero sabían que él era la fundación de Infancia Común. Porque si Fernando no hubiera existido, pues muchas veces Infancia Común hubiera cerrado, porque quién la mantenía era Fernando. Y eso ubica verdaderamente el nivel de generosidad y desapego de las cosas que nos relataban que tenía Mayra.

Sin lugar a dudas, no se puede ser defensor de derechos humanos sino se es empático, pero Mayra era más que empática. Y así me dijo.

¿Y qué es lo que pasó? Mucha gente aquí de la Comisión conoció a Mayra por trabajos desde hace mucho, los que están ligados a infancia, pero en los últimos años mucha gente la conoció porque ya ella dijo: Infancia Común va, va como sea, y entonces se empezó a hacer algo que ella hacía y seguía haciendo y es que se metió más a la cocina, se puso a hacer tortillas de cualquier tipo de variedad, con amaranto sin amaranto, verdes, rojas, azules, tlacoyos, pan de elote, lechugas. Y entonces empezó a seguir trabajando por los derechos, a seguir trabajando por las niñas, los niños y los adolescentes, y ella diciendo: “Lo voy a sostener. Infancia común no cierra, y la voy a sostener”.

Y así mucha gente aquí un poco antes de la pandemia conoció a Mayra, porque ahí venía Mayra con sus grandes canastas. ¿Para qué? Para sostener un proyecto de derechos humanos.

Vino la pandemia, y esta pandemia que nos ha dejado tantas pérdidas, quizás hoy la que más resiento es no haberla visto. Y diciembre, yo había convocado a una reunión con algún grupo de las organizaciones de infancia y ya me había dicho. Le dije: “Mayra, vente a la Comisión, ven a verme”. Y me dijo: “No, no, no”. Primero dijo no voy a ir, sigo sin salir, no voy, pero te quiero mucho, pero no. Acabó viniendo. Y esa fue la última que la vi. Estaba la Caravana Migrante llegando a México en diciembre. Ella vino como a los dos o tres días del arribo de la Caravana y el día que arribó la Caravana, que fue un domingo, hubo un proceso accidentado, si ustedes se acuerdan, a la entrada de la carretera a Puebla. Yo estaba ahí y me caí.

Me doblé mi pie. Y entonces cuando llegué a la reunión, que por cierto llegué tarde y corriendo porque venía yo del albergue, ya me vio y… Otra de las facetas de Mayra es que con todo y eso que yo le estoy diciendo, aparte era una sanadora. En toda la extensión de la palabra. Entonces me agarró mi pie y me dio mi masaje. Me dio mi masaje en el pie y además me dio mi regalo de Navidad que eran unos huevos excelentes de su producción, de la casa de ustedes; que guardé esos 12 huevitos hasta que llegó mi hija de viaje y los compartí con ella. El mejor regalo.

Esa era Mayra. Mayra era generosa, era un ser humano esplendoroso, como ustedes lo han dicho ahí. Y aquí estamos no nada más para celebrarla a ella, porque qué bonito que es tu amiga, están haciendo un homenaje en la Comisión porque es tu amiga, pero no. Este homenaje es para Mayra Rojas, que es una, y fue y será siempre, una defensora de derechos humanos de las niñas, los niños y adolescentes en este país.

En una agenda que, como alguien diría ahí, en una agenda de lo más difícil como es la agenda de la extrema violencia dirigida a niñas, niños y adolescentes en este país. Y por eso la estamos homenajeando hoy y por eso estamos aquí con ella, y además porque era una gran amiga, además porque era nuestra hermana. Pero estamos aquí por eso.

Y permítame finalizar este largo rollo diciendo y compartiendo una cosa con ustedes. Les voy a leer un poema y dice así, y es de Eduardo Galeano.

En 1919, la revolucionaria Rosa Luxemburgo fue asesinada en Berlín.

Los asesinos la rompieron a golpes de fusil y la arrojaron a las aguas de un canal.

En el camino, ella perdió un zapato.

Alguna mano recogió ese zapato, tirado en el barro.

Rosa quería un mundo donde la justicia no fuera sacrificada en nombre de la libertad, ni la libertad fuera sacrificada en nombre de la justicia.

Cada día, alguna mano recoge esa bandera.

Tirada en el barro, como el zapato.

Sin lugar a dudas, Mayra recogió esa bandera y ahora nos deja, no tirado un zapato, sino un huarache que vamos a recoger y que vamos a enrolar quienes nos dedicamos en el día a día a la defensa de derechos humanos.

¡Viva Mayra Rojas!