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Urge crear redes de apoyo social para la infancia y juventud

Boletín 301/2009
23 de noviembre de 2009

Al presentar el libro “Adolescentes trabajadores en espacios públicos de la ciudad de México: Una etnografía urbana”, el Ombudsman capitalino, Luis González Placencia, aseguró que esta investigación representa una llamada de atención a fin de que se construyan alternativas dirigidas a la infancia y juventud del Distrito Federal.

Enfatizó la necesidad de generar redes de apoyo social que den respuesta al aporte de las mujeres jóvenes desde sus proyecciones a futuro, de lo contrario su esperanza quedará en el vacío.

El Presidente de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF) subrayó: “Padecen una triple victimización por tener que trabajar, el contexto adverso en el que lo desarrollan y por ser mujeres”.

La responsabilidad de las Organizaciones de la Sociedad Civil (OSC) cobra un gran valor porque representan una opción en el mar de adversidades al ser una tabla de salvación para los grupos en condiciones de riesgo.

En el marco del XX Aniversario de Ednica, Educación con el Niño Callejero, IAP, cuestionó: “¿Qué está haciendo la sociedad civil en general para legislar condiciones de apoyo para las y los adolescentes? Las historias se repiten en toda la ciudad y con contextos de adversidad todavía mayores”.

La Consejera de la CDHDF, Elena Azaola Garrido, afirmó que no hay un cumplimiento de los derechos de niñas, niños y jóvenes, así como un Estado que se preocupa por ellos.

“Hay un Estado que no es que no tenga recursos, sino que decir que hay cosas más valiosas en que emplear esos recursos, que en la educación de las y los jóvenes”, explicó.

El texto autoría del psicólogo educativo, Gustavo Pérez Carreón, arroja luz a una realidad que no se observa porque ni siquiera nos preguntamos qué tipo de vida es la que llevan estas mujeres a 20 años de la Convención de los Derechos de la Infancia.

Elena Azaola Garrido, especialista en antropología social por el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores de Antropología Social (CIESAS), señaló: “Son pocas las alternativas que tienen estas adolescentes porque han tomado esas opciones junto con su familia dadas por la situación de pobreza. El trabajo en la calle les permite sobrevivir pero no mucho más que eso”.

Destacó los lazos entre hijas y madres generados a través de su labor, porque las jóvenes entregan casi íntegro el dinero ganado. Al respecto cuestionó: “¿En el caso de los hombres, tendrán la conciencia de que a través de su trabajo están apoyando a su madre?”.

Otros problemas que enfrentan las mujeres trabajadoras en espacios públicos, dijo, son las rupturas sociales mal procesadas: los conflictos afectivos, la pérdida de familiares, el padre alcohólico, el hermano drogadicto, la decepción escolar.

Explicó que hay economistas que ya no hablan de la pobreza como la falta de ingresos, sino de la capacidad para tener opciones en la vida, de cómo utilizar el tiempo. El tipo de pobreza que padecen las jóvenes que trabajan en calle va más allá del número de bienes que poseen: “Lo que lamentablemente vemos es la falta de alternativas”.

En tanto el Presidente del Patronato de Ednica, Moisés Domínguez Pérez, aseveró que la investigación realizada consolida el trabajo de la institución a favor de los derechos de las y los jóvenes en situación de calle en la ciudad de México.

El autor del libro, Gustavo Pérez Carreón, agradeció a las 23 adolescentes y sus familias que compartieron sus historias y a los voluntarios de Ednica quienes fueron pieza clave en el trabajo de campo, así como a Quiera, Fundación de la Asociación de Bancos de México por el apoyo para su publicación.

Adolescentes trabajadores en espacios públicos de la ciudad de México: Una etnografía urbana

Durante 10 meses Gustavo Pérez Carreón, doctor en Psicología Educativa por la Universidad de Texas, recorrió las calles de la colonia Morelos y del Barrio de Tepito en la ciudad de México en compañía del equipo operativo de Ednica con el objetivo de conocer a profundidad de un grupo de 23 adolescentes trabajadoras en los espacios públicos de la zona.

Entrevistó también a otras personas de la comunidad, incluyendo familias que permitieron entender los riesgos y la adversidad que enfrentan a diario. Los rangos de edad fueron de 13 a los 16 años: 2 de 13; 4 de 14; 5 de 15; y 10 de 16. Al momento del levantamiento de la información 13 estudiaban y 10 no lo hacían.

De las jóvenes trabajadoras, 16 lo hacían en la vía pública; 4 en locales dentro de un mercado; 2 en una tienda de autoservicio; 1 trabajaba en casa en tanto sus abuelos laboraban en la calle.

En cuanto a los tipos de trabajo, 14 se dedicaban a la venta de mercancías en la vía pública –comida preparada, verduras, productos de limpieza, ropa nueva y usada, zapatos, herramienta, cerillos, cosméticos, discos piratas y pan-; 2 a lavado de platos y cocinar; 4 a la venta de comida al interior de un mercado; y 2 eran empacadoras en tienda de autoservicio.

Muchas de ellas pertenecen a familias reconstruidas, lideradas por mujeres, con un padre ausente totalmente o que -sin vivir en la misma vivienda- se niega a asumir sus responsabilidades; casos extremos, con falta de ambos progenitores.

Prácticamente todas las adolescentes y sus familias se encuentran en situación de pobreza urbana manifestadas por: ingreso insuficiente e inestable, prevalencia absoluta del mercado informal de trabajo como fuente de empleo, vivienda precaria, imposibilidad de acceso a los sistemas públicos de protección social, inversión mínima en salud, educación y recreación.

Dos sufrieron abuso sexual en distintos momentos de su vida. Una lo padeció en un espacio público, otra a través de un integrante de su familia nuclear. En general, las jóvenes reconocieron la amenaza constante de ser objeto de violencia sexual.

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